En traje de baño no, que la playita no está ahí
Uno de los problemas de nunca acabar en cuanto se trata de desarrollo turístico en la República Dominicana es el de la apropiación de las playas por parte de los compradores de lotes, parcelas, solares o como quiera llamárseles.
La compra-venta de parcelas en las costas dominicanas se hace con la playa incluida, se vende el solar con todo y playa, como una unidad indivisible. Cuando se hace el registro de la propiedad, el comprador adquiere un papel certificado por el Estado en el que dice que esa tierra es suya. Y si algo es suyo y usted pagó por eso, ¿cómo le pueden impedir que usted haga lo que le dé su gana ahí?
Ese sentimiento, sin embargo, nace de forma incorrecta, defectuosa, porque la ley aclara que el límite existe y que dichas áreas son públicas. Entonces qué pasa. A mi entender, existen dos componentes a tomar en cuenta: una, la parte de planificación y aprobación (los papeles), dos, la supervisión de la construcción. Estas dos prevendrían con precisión estos actos de medalaganeo.
La planificación de desarrollo turístico y la posterior aprobación de proyectos son manejadas con suavidad. Los proyectos deben pasar por varias instancias (los ministerios de Medio Ambiente, Turismo, Obras Públicas) en las que son tratados con flexibilidad y cierta tolerancia. Esto es debido a tres razones: la ocasional inexperiencia de los evaluadores, la visión de los encargados (directores, sub-ministros y el ministro) que debería favorecer una lectura unidireccional de las leyes dominicanas a favor del bien común, y la corrupción -razón última que puede variar indefectiblemente un rechazo obvio indicado por un evaluador, como se vio con la cementera en el que un reporte inicial fue ignorado.
En cuanto se refiere a la supervisión de la construcción del proyecto, hay también tres razones: la capacidad real de supervisión de las instancias públicas, la corrupción y la aplicación de la justicia. Los ministerios tienen inspectores regionales que se encargan de seguir los trabajos de construcción. No obstante, y dependiendo de la zona, el volumen de construcción abruma al más rápido y responsable de estos. A un paso de distancia está el sentido de responsabilidad con el que se manejan estos humildes susodichos padresdefamilia, y que reduce la frontera entre lo bien hecho y el soborno. He aquí la corrupción, hecho que se escribe en reportes y que se materializa en estructuras adulteradas. Pero, en caso de ser reportado uno de estos esperpentos, qué compensación recibe el pueblo. ¿Sólo la reapertura de un acceso? A veces es necesario un poco más, y para esto hay que desarrollar un sistema de penalidades con el mismo rigor y velocidad que se crean las tarifas de pago para aprobación.
La solución a todo esto, a mi entender, empieza en la decisión de hacer las cosas bien, como se debe, y el primero que debería tener esto en mente es el ministro de turismo. Lamentablemente los últimos ministros de turismo han estado demasiado ligados al sector, y no pueden ponerse agujas entre las uñas ellos mismos. Así que el dilema seguirá hasta cuando aparezca en la faz de nuestra política un buen líder, sensible y no corrupto, con un buen par de … ideas (concepto que aplica tanto para los ministros como para el presidente).
Comentarios