Debajo del verde follaje, aprender a leer
Aprender a leer es una de las vías de salida adelante en este intrincado mundo en el que vivimos. Es por eso que leer está entre los objetivos del milenio. Es por eso que la lectura, como paso previo al dominio de un tema, sirve para empoderar mujeres y niños –también incluidos en los objetivos milenarios y definidos partícipes activos del cambio.
Un día del pasado diciembre tuve la oportunidad de visitar una serie de cooperativas que apoyan el desarrollo rural. Mujeres, hombres y jóvenes (machos y hembras) trabajaban en agricultura, sastrería, elaboración tradicional de artículos decorativos… actividades simples que, si bien no les ayudarán a salir del profundo hoyo, les ocupan las mentes, les agrupa, les hace sentir parte de un sistema, con derechos y deberes.
Uno de esos derechos es el de saber leer.
Por eso la junta de cooperativas y el interés de los cooperantes han hecho de un árbol frondoso y de la curva natural del suelo, la cobija perfecta para enseñar la transición de grafías a sonidos.
Antes había visto esperanzadoramente aulas “virtuales” bajo árboles y/o bajo aire, con niños pequeños uniformados –una imagen que era de esperarse en viajes anteriores. Esta vez, la sensación de ver los adultos así (padres de tal vez 5, 6 o 7 hijos) me llenó agradablemente de esperanza la copa de la vida.
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