Expropiación de tierra: una decisión política

El pasado domingo, antes de que diera la hora de almuerzo, caí en una conversación con mi coinquilina en la que hablábamos de expropiación de tierra.

Su respuesta fue precisa: “Es quitarle al pobre para darle al rico para que siga haciendo riqueza”. Mi respuesta también fue precisa: “Es un proceso normal en el crecimiento de las ciudades”. Ambas respuestas no se oponen en nada. Más bien se suman para dar un resultado injusto.

Luego, mientras trataba de distraerme jugando basketball, no pude dejar de pensar que el entrenamiento académico que recibí como arquitecto no entró jamás en un detalle minucioso sobre los problemas que causa una simple reubicación cuando se plantea una propuesta de mejora urbana –no importa el grupo social que sea afectado (clase media o pobre). Es posible imaginarlo; es diferente verlo cara a cara; pero es diferente verlo cara a cara en otro idioma. Concluí en lo que ya sé: que esa normalidad con que veo la expropiación es el deseo de ser próspero y construir para hacer riqueza; porque así es que fui entrenado en mi primera carrera de arquitecto.

En Kigali las inversiones en el centro están provocando expropiación de tierra. Hay gente que pierde todo y otros que a pedazos aparentan estar contentos con lo que reciben. Árabes, indios o chinos, los que traen el dinero, ellos están felices.

En un país donde casi 9 millones viven sobre 27 kilómetros cuadrados (es la población de RD en la mitad del área), y donde la ciudad capital es el único centro urbano es casi obvio que la gente será desalojada.

El Master Plan de Kigali prevé una distribución inclusiva distribuida en zonas, pero en un contexto tan nuevo y centralizado la responsabilidad política debe definir y defender cómo quiere que sea la ciudad, y cómo –para poder seguir atrayendo– quiere que se vea.

Sea basada en principios económicos o principios sociales, la expropiación al final es eso: una decisión política.


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