Digesto de un viaje Bologna
Yo no conocí al Padre Martini, pero su apellido me gusta en una copa esbelta, generalmente en las oscuras horas.
Se supone que Mozart lo conoció en Bologna. Yo supe de su existencia también en la misma ciudad. ¿Quiere decir eso que Mozart y yo somos hermanos? Ambos caminamos por las mismas calles, arcadas, monumentos. La diferencia es sólo el tiempo –que él ha logrado superar.
Se supone que Mozart lo conoció en Bologna. Yo supe de su existencia también en la misma ciudad. ¿Quiere decir eso que Mozart y yo somos hermanos? Ambos caminamos por las mismas calles, arcadas, monumentos. La diferencia es sólo el tiempo –que él ha logrado superar.
Las arcadas son notables. Las Dos Torres no tanto. Las arcadas, una tras otra canalizan el viento hasta desembocar en un cruce o una plaza. La marca queda en el peatón, quien observa en cada horizonte un McDonald’s.
Anuncios de búsqueda y disponibilidad de casas llenan paredes. Bares triunfan napoleónicos en la noche ante la marea de estudiantes. Las capas de evolución de San Stefano cuentan las locuras del hombre.
Camino a la stanza en Via al Pratello los magnos graffiti me atrapan. Los veo rodeados de kebabs y bares, ocultos en la sombra de las continuas arcadas… Les digo adiós y prometo de no olvidarlos.
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